Diciembre 8, 1922
Sobre la Inmaculada Concepción.
Escribo por obedecer y ofrezco todo a mi dulce Jesús uniéndome al
sacrificio de su obediencia para obtener la gracia y la fuerza de hacerla como
Él quiere. Y ahora, ¡oh mi Jesús! dame tu santa mano y la Luz de tu
inteligencia y escribe junto conmigo.
Estaba pensando en el gran portento de la Inmaculada Concepción de
mi Reina y Celestial Mamá y en mi interior he oído decirme:
“Hija mía, la Inmaculada Concepción de mi amada Mamá fue
prodigiosa y del todo maravillosa, tanto que Cielos y tierra quedaron
estupefactos e hicieron fiesta. Las Tres Divinas Personas hicieron
competencia: El Padre hizo salir un mar inmenso de Potencia; Yo, Hijo,
saqué un mar infinito de Sabiduría y el Espíritu Santo un mar inmenso de
eterno Amor, que fundiéndose formaron un solo mar y en medio de este mar
fue formada la Concepción de esta Virgen, elegida entre las elegidas; así que
la Divinidad suministró la sustancia de esta Concepción, y no sólo era centro
de vida de esta admirable y singular criatura, sino que este mar le estaba
alrededor, no sólo para tenerla defendida de todo lo que pudiera
ensombrecerla, sino para darle a cada instante nuevas bellezas, nuevas
gracias, Potencia, Sabiduría, Amor, privilegios, etc. Así que su pequeña
naturaleza fue concebida en el centro de este mar y se formó y creció bajo el
influjo de estas olas divinas, tanto, que no apenas fue formada esta noble y
singular criatura, la Divinidad no quiso esperar como es su costumbre con
las demás criaturas, quería sus abrazos, la correspondencia de su amor, sus
besos, gozarse sus inocentes sonrisas, y por eso no apenas fue formada su
Concepción le di el uso de razón, la doté de todas las ciencias, le hice
conocer nuestras alegrías y nuestros dolores en relación a la Creación; y
desde el seno materno Ella venía al Cielo, a los pies de nuestro trono para
darnos los abrazos, la correspondencia de su amor, sus tiernos besos, y
arrojándose en nuestros brazos nos sonreía con tal complacencia de gratitud
y de agradecimiento, que arrancaba nuestras sonrisas. ¡Oh!, cómo era bello
ver a esta inocente y privilegiada criatura enriquecida con todas las
cualidades divinas, venir en medio de Nosotros toda amor, toda confianza,
sin temor, porque solamente el pecado es lo que pone distancia entre
Creador y criatura, rompe el amor, hace perder la confianza e infunde temor;
así que Ella venía en medio de Nosotros como Reina, que con su amor, dado
por Nosotros, nos dominaba, nos raptaba, nos ponía en fiesta y se hacía
raptora de otro amor, y Nosotros la hacíamos hacer, gozábamos del amor
que nos arrebataba y la constituimos Reina del Cielo y de la tierra. Cielo y
tierra exultaron e hicieron fiesta junto con Nosotros por tener después de
tantos siglos a su Reina, el sol sonrió en su luz y se creyó afortunado por
tener que servir a su Reina con darle luz; el cielo, las estrellas y todo el
universo sonrieron de alegría e hicieron fiesta, porque debían alegrar a su
Reina haciéndole ver la armonía y belleza del firmamento; sonrieron las
plantas, pues debían nutrir a su Reina, y también la tierra sonrió y se sintió
ennoblecida al deber dar habitación y por tener que hacerse pisar por los
pasos de su Emperatriz. Sólo el infierno lloró y sintió perder las fuerzas por
el dominio de esta Soberana Señora.
¿Pero sabes tú cuál fue el primer acto que hizo esta Celestial criatura
cuando se encontró la primera vez ante nuestro trono? Ella conoció que todo
el mal del hombre había sido la ruptura entre su voluntad y la de su Creador,
y Ella se estremeció y sin dejar pasar el tiempo ató su voluntad a los pies de
mi trono, sin ni siquiera quererla conocer, y mi Voluntad se ató a Ella y se
constituyó centro de vida, tanto que entre Ella y Nosotros se abrieron todas
las corrientes, todas las relaciones, todas las comunicaciones, y no hubo
secreto que no le confiáramos. Fue propiamente esto el acto más bello, más
grande, más heroico que hizo, el deponer a nuestros pies su voluntad, y que a
Nosotros, como raptados, nos hizo constituirla Reina de todos. ¿Ves
entonces qué significa atarse con mi Voluntad y no conocer la propia?
El segundo acto que hizo fue ofrecerse a cualquier sacrificio por amor
nuestro.
El tercero fue restituirnos el honor y la gloria de toda la Creación, que
el hombre nos había quitado con hacer su voluntad; y aun desde el seno
materno lloró por amor nuestro, porque nos vio ofendidos y lloró de dolor
por el hombre culpable. ¡Oh! cómo nos enternecían estas lágrimas inocentes
y apresuraban la suspirada Redención. Esta Reina nos dominaba, nos ataba,
nos arrancaba gracias infinitas, nos inclinaba tanto hacia el género humano
que no podíamos ni sabíamos resistir a sus repetidas instancias; ¿pero de
dónde le venía tal poder y tanta ascendencia sobre la misma Divinidad?
¡Ah! tú lo has entendido, era la Potencia de nuestro Querer que obraba en
Ella, que mientras la dominaba la hacía dominadora de Dios mismo.
Además ¿cómo podíamos resistir a tan inocente criatura poseída por la Luisa Piccarreta
Potencia y Santidad de Nuestro Querer? Sería resistir a Nosotros mismos,
Nosotros descubríamos en Ella nuestras cualidades divinas, como olas
afluían sobre Ella los reflejos de nuestra Santidad, los reflejos de los modos
divinos, de nuestro Amor, de nuestra Potencia, etc., y nuestro Querer, que
era su centro, atraía todos los reflejos de nuestras cualidades divinas y se
hacía corona y defensa de la Divinidad habitante en Ella. Si esta Virgen
Inmaculada no hubiera tenido el Querer Divino como centro de vida, todas
las demás prerrogativas y privilegios con los cuales tanto la enriquecimos
habrían sido una nada frente a eso. Fue esto lo que le confirmó y le
conservó los tantos privilegios, y no sólo, sino que a cada instante le
multiplicaba nuevos. He aquí la causa por la qué la constituimos Reina de
todos, porque cuando Nosotros obramos lo hacemos con razón, sabiduría y
justicia: Porque jamás dio vida a su querer humano, sino que nuestro Querer
fue siempre íntegro en Ella. ¿Cómo podíamos decir a otra criatura, tú eres
Reina del cielo, del sol, de las estrellas, etc., si en lugar de tener nuestro
Querer por dominio fuera dominada por su querer humano? Todos los
elementos, cielo, sol, tierra, se habrían sustraído del régimen y dominio de
esta criatura, todos habrían gritado en su mudo lenguaje: ‘No la queremos,
nosotros somos superiores a ella, porque jamás nos hemos sustraído de tu
eterno Querer; tal como nos creaste así somos.’ Habría gritado el sol con su
luz, las estrellas con su centelleo, el mar con sus olas, y así todo lo demás.
En cambio, como todos sintieron el dominio de esta Virgen excelsa, que casi
como hermana suya no quiso conocer su voluntad sino sólo la de Dios, no
sólo hicieron fiesta, sino que se sintieron honrados por tener su Reina y
corrieron en torno a Ella para hacerle cortejo y tributarle sus homenajes, con
ponerse la luna como escabel de sus pies, las estrellas como corona, el sol
como diadema, los ángeles como siervos, los hombres como esperando;
todos, todos le rindieron honores y le hicieron sus homenajes. No hay honor
y gloria que no se pueda dar a nuestro Querer, sea que obre en Nosotros, en
su propia sede, sea que habite en la criatura.
¿Pero sabes tú cuál fue el primer acto que hizo esta noble Reina
cuando saliendo del seno materno abrió los ojos a la luz de este bajo mundo?
Cuando Ella nació, los ángeles le cantaron canciones de cuna a la Celestial
Bebita y Ella quedó extasiada, y su bella alma salió de su cuerpecito,
acompañada por legiones angélicas y giró por tierra y cielo y fue recogiendo
todo el Amor que Dios había esparcido en todo lo creado, y penetrando en el
empíreo vino a los pies de nuestro trono y nos ofreció la correspondencia del
amor de todo lo creado y pronunció su primer gracias a nombre de todos.
¡Oh! cómo nos sentimos felices al oír el gracias de esta bebita Reina, y le
confirmamos todas las gracias, todos los dones, para hacerla superar a todas Luisa Piccarreta
las demás criaturas unidas juntas. Después, arrojándose en nuestros brazos
se deleitó con Nosotros, nadando en el océano de todos los contentos,
quedando embellecida de nueva belleza, de nueva luz y de nuevo amor,
suplicó de nuevo por el género humano, pidiéndonos con lágrimas que
descendiera el Verbo Eterno para salvar a sus hermanos, pero mientras esto
hacía, nuestro Querer le hizo saber que bajara a la tierra, y Ella de inmediato
dejó nuestros contentos y las alegrías y partió, ¿para hacer qué cosa?
¡Nuestro Querer! ¡Qué potente imán era nuestro Querer habitante en la
tierra en esta recién nacida Reina! No nos parecía ya extraña la tierra, no
nos sentíamos ya para castigarla haciendo uso de nuestra Justicia, teníamos
la Potencia de nuestra Voluntad que en esta inocente niña nos despedazaba
los brazos, nos sonreía desde la tierra y cambiaba la Justicia en gracias y en
dulce sonrisa, tanto, que no pudiendo resistir al dulce encanto, el Verbo
Eterno apresuró su carrera. ¡Oh prodigio de mi Querer Divino, a Ti todo se
debe, por Ti se cumple todo y no hay prodigio más grande que mi Querer
habitante en la criatura!”
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