Ante la inminencia de la
muerte, el hombre ve cara a cara su verdad y surgen, en la confesión, sus
arrepentimientos más profundos:
1. Di mal ejemplo y
lamentablemente hubo quien me imitara.
2. El dolor frente al
que fui indiferente.
3. Las personas a las
que lastimé o causé daño de cualquier forma.
4. Las palabras necias,
vulgares o groseras que salieron de mi boca.
5. Las promesas que no
cumplí.
6. Las cosas que compré
y que no necesitaba o que nunca utilicé.
7. El tanto tiempo y
mucho esfuerzo que mostré para conceder algún perdón.
8. Los ratos en que he
podido y debido orar más y sobre todo con más amor.
9. No haber corregido a
tiempo a los que tenía que haber educado mejor.
10. Haber callado tantas
palabras de reconocimiento, elogio o ánimo para quienes lo merecían y
necesitaban.
11. Haber huido tantas
veces de la Cruz.
12. La soledad de Cristo
en el sagrario me duele.
13. Haberme quejado mucho
más de lo que he agradecido.
14. Atribuirme los
triunfos a mí y los fracasos a las circunstancias.
15. Ser cómplice de
chistes contra Dios, la fe o la Iglesia.
16. ¡Tanto tiempo
simplemente perdido; tiempo que ya no puedo recuperar!
17. Haber perturbado la
inocencia de alguien o bloqueado los sueños de algún otro.
18. Aprovecharme de que
alguien me quería para sacar algún provecho.
19. Disfrutar la
adulación aun sabiendo que es falsa.
20. Personas a las que no
visité porque me parecían poco interesantes, educadas o útiles.
Que luz del Espíritu Santo nos sane de la ceguera
espiritual y nos permita ver nuestros pecados antes de llegar a la última hora
y que la Virgen Santísima nos alcance las gracias necesarias para cambiar y
abandonar aquello que nos aparta de Dios y de Su Voluntad.
Cómo
vivir el Evangelio
Padre
Carlos Cancelado
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