FUENTE INAGOTABLE DE LUZ

FUENTE INAGOTABLE DE LUZ
¡ILUMÍNANOS!

Sagrados Corazones Unidos del AMOR SANTO

Sagrados Corazones Unidos del AMOR SANTO
Sagrados Corazones de Jesús y María, unidos en el amor perfecto,

domingo, 8 de febrero de 2015

CONVERTÍOS: Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. (Mt 9, 13)


He pecado
Concupiscencia. 
Los hombres estamos inclinados al mal, porque el pecado original nos ha dejado una huella de maldad, que a pesar de que hemos sido bautizados y el pecado original se ha borrado, quedan consecuencias, es decir, inclinaciones hacia el mal, llamadas concupiscencias, de modo que nos resulta más fácil hacer el mal que hacer el bien.
Por eso como dice Job en la Sagrada Escritura: “Es milicia la vida del hombre sobre la tierra”. Por supuesto que esto es así para quien quiere mantenerse en el bien y ser bueno, cumpliendo los mandamientos, porque para quien no le importa pecar continuamente, es fácil la vida. Sin embargo quien realmente quiere mantenerse en gracia y amistad de Dios, y salvarse e ir al Cielo, tendrá un duro combate, que será más encarnizado a los principios, pues el demonio no querrá perder su presa y usará toda su maldad para hacernos acobardar y volver atrás.
Podemos caer una y mil veces en pecado, pero lo que no debemos hacer es abandonarnos a esta realidad, porque en el Cielo hay muchísimos santos que fueron más pecadores que nosotros, aunque jamás se cansaron de levantarse de sus caídas.
Caer, caeremos muchas veces quizás, pero no por eso Dios nos dejará de amar, sino por el contrario, es como que Dios mismo se “empecinará”, por decirlo de alguna manera, en ayudarnos y sacarnos del barro. Basta que tendamos la mano al Señor cada vez que caemos.


Confío en tu Misericordia
No se agota la Misericordia. 
La Misericordia de Dios no se agota por más grande y grave que haya sido nuestro pecado. Aunque fuéramos el mismo demonio, y tuviéramos todos los pecados del mundo y del universo, si nos arrepentimos y pedimos perdón a Dios, Él nos perdona, y es más, nos ayuda a que seamos grandes santos, porque justamente quienes son muy pecadores, están preparados para llegar a ser grandísimo santos. Como Lucifer, que era el más bello y potente de los ángeles, cuando cayó, cayó a lo más hondo del abismo. También  nosotros, si hemos caído muy bajo en el abismo del mal, es porque Dios nos tiene destinado un lugar muy alto en el Cielo, y si acogemos su Misericordia, entonces podremos llegar, algún día, a ocupar ese puesto de privilegio en el Cielo.
Si hemos sido osados en el mal, sin importarnos el qué dirán, ahora que Dios nos perdona, tenemos que ser también descarados en hacer el bien, para reparar el mal que hemos hecho y hacer méritos en el camino del bien.
Seamos como esos niños que rompen un juguete valioso, pero que se lo presentan al padre, confiados de que él lo puede arreglar todo. También nosotros cuando pecamos gravemente, es como que rompemos la belleza de nuestra alma. Pero Dios Padre puede arreglarlo todo y darnos una belleza muy superior a la que teníamos antes del pecado.
Nada es irreparable, absolutamente nada, siempre y cuando estemos vivos en este mundo, porque ya llegada la muerte, no hay tiempo para obtener misericordia de Dios.

Quiero cambiar
Deseo. 
El deseo de cambiar, de convertirnos, debe ser como el motor que nos impulse a poner los medios de nuestra parte, para cambiar realmente. Pero no esperemos cambiar de la noche a la mañana, porque si bien hay conversiones radicales, quizás nosotros tengamos por el momento sólo el deseo de cambiar. Por algo se empieza, y el buen deseo debe ser como el motor que nos empuja a ser mejores cada día, a cada momento, porque la conversión no es un proceso de un momento, sino es algo que dura toda la vida.
Si bien dicen que el camino al Infierno está sembrado de buenos propósitos, dando a entender con ello que muchos de los que ahora padecen las penas eternas, en vida hicieron muchos buenos propósitos y promesas de cambiar, pero no los cumplieron; también es cierto que si no formulamos nunca los propósitos de ser mejores y santos, nunca lo seremos.
Así que aprovechemos cada nuevo año que comienza, cada mes, cada semana, cada día que empieza y propongámonos de ser mejores, de convertirnos más a Dios, de ser santos. Y aunque nos parezca que en lugar de avanzar, retrocedemos, por lo menos que el deseo quede intacto y siempre sea el norte que nos marque el rumbo.
Recordemos que si tenemos el deseo de ser buenos, de ser santos, no es un deseo que nos ha brotado porque sí, sino que es Dios quien lo ha puesto en nuestro corazón. Y si Dios nos pone algo en el corazón y en la mente, es porque quiere ayudarnos a alcanzarlo, y es posible alcanzarlo. Dios no juega con nosotros ni con nuestros sentimientos.

Quiero ser perfecto
Se puede. 
Si no se pudiera llegar a ser perfectos como lo es Dios, entonces Dios directamente no lo habría mandado, porque Dios, la suma Inteligencia, no podría mandarnos algo imposible. Sin embargo Jesús en su Evangelio dice claramente: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Siendo las cosas así, tenemos que lanzarnos a la cima de la perfección, porque si Dios lo quiere, y lo manda, es señal de que es no sólo posible, sino relativamente fácil, ya que lo manda a todos los hombres, no a un grupo de elegidos o a personas especiales, sino a todos los hombres sin distinción de edad ni condición.
Entonces ya no tenemos excusas para no ser perfectos, porque con nuestro deseo y la ayuda de Dios, si ponemos los medios necesarios, entonces llegaremos a ser santos, porque Dios morará en nosotros y seremos como Dios, no como lo sugirió el demonio a nuestros primeros padres, sino a la manera de Dios.
No debemos detenernos diciendo: “Yo ya llegué a la perfección”, porque justamente esa frase nos indicaría que todavía somos muy imperfectos, al menos no humildes.
Tenemos que seguir perfeccionándonos toda nuestra vida, porque comparados con Dios, siempre tenemos modo de perfeccionarnos más para alcanzar el divino modelo.
Hay que apuntar bien alto en la vida espiritual, para que al menos lleguemos a lo básico en nuestra santificación, pues si apuntamos bajo, quizás no nos alcance ni siquiera para salvarnos del Infierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario