FUENTE INAGOTABLE DE LUZ

FUENTE INAGOTABLE DE LUZ
¡ILUMÍNANOS!

Sagrados Corazones Unidos del AMOR SANTO

Sagrados Corazones Unidos del AMOR SANTO
Sagrados Corazones de Jesús y María, unidos en el amor perfecto,

martes, 30 de agosto de 2011

NUESTRA SEÑORA DE NAJU, COREA

5to Encuentro de Jóvenes
(13 al 15 de Agosto del 2011)
Encuentro de Oración del día de la Asunción
Michael Cho es tercer de la izquierda en la segunda fila.
Testimonio:
El encuentro me fue muy provechoso - reflexión y aclaración
Tuve un gran cambio de rumbo a través de este Encuentro, así que decidí escribir mi testimonio. Este sirve para recordarme cómo el Encuentro fue un día verdaderamente especial para mí.
Mi primera visita a Naju fue el 15 de Agosto del 2009. En aquel momento, recibí algunas gracias especiales como la corriente del Agua de la Misericordia, la Sangre Preciosa de Nuestro Señor en 2010, y obteniendo la gracia del arrepentimiento y de aclaración este año. Recibía signos especiales siempre que venía a Naju de todos modos.
Nada nuevo que decir, pero doy gracias al Señor y a la Santísima Madre. ¡Te amo!
Además, me gustaría agradecer a Julia y a todos los ayudantes voluntarios que prepararon este maravilloso encuentro para nosotros. Fue la primera vez para mi, en el que me anoté y participé en este tipo de encuentro. Fueron días totalmente colmados de gracias extraordinarias.
Había caído totalmente en la frustración. Como alguien ya que comprendía, había puesto en mi mente rechazar al Señor y a la Santísima Madre. Por lo tanto, falté intencionalmente al 1º encuentro de rezo de Sábado, y el sábado pasado, no me uní a la reunión para difundir la información sobre Naju en la calle. No tendría la chance de unirme a este encuentro, de ningún modo debería haber venido en absoluto. Estaba realmente decepcionado y frustrado con el Señor y la Santísima Madre. Pensé que acababa de querer ser descarriado.
Mi cerebro estaba ubicado en los pensamientos que nada es verdadero - Jesús, la Santísima Madre, cielo, infierno y así sucesivamente. Estaba enojado y deseando no poder abrir los ojos cuando viene la mañana. Tenía pensamientos alterados como saltar del 11º piso donde viví, y muchos otros tristes pensamientos venían a mi mente.
Sin embargo, igual vine a Naju para la primera reunión de rezo de sábado, y sobre la marcha, prometí unirme al encuentro de los días 13-14 de agosto, y del 15, para la Solemnidad de la Asunción. ¿Estaba inspirado por el Señor y la Santísima Madre, o no…?
Eran verdaderas experiencias especiales en el Camino de la Cruz durante este encuentro. Comencé a llorar mientras miramos el DVD “La Pasión de Cristo & los sufrimientos de Julia” momentos antes de hacer el Camino de la Cruz. No sentía nada sobre la película antes, cuando miré el mismo DVD el año pasado.
Después de mirar el DVD, comprendí el significado del verdadero amor y que todos los pensamientos que me había abrigado hasta ahora eran incorrecto y que loco estaba mientras tanto, y también que era muy egoísta…
Finalmente, sentía muy profundamente cómo por nuestra causa, Jesús aguantó todas clases de humillación y de sufrimientos sin quejarse. Cosas que ningún ser humano podría aguantar nunca, nunca.
Al principio de las Estaciones de la Cruz, vi que los postulantes caminaron en sus rodillas con la Cruz.
Nuestro equipo se colocaba detrás de ellos, y según la instrucción del líder de equipo, nos arrodillaríamos en cada Estación. Cuando alcanzamos la 1º Estación y me arrodillé, sentía tales extremos dolores como si mis rodillas fueran perforadas.
Era demasiado doloroso y difícil terminar. Pero preparé mi mente y ofrecí hacia arriba todos mis dolores con el espíritu de ofrecerlo para la conversión de los pecadores según las palabras de Julia Kim. Entonces, sentía que el dolor gradualmente disminuyó de la Estación siguiente a la siguiente. En el principio, debido al dolor severo, pensé que tenía que dejar en el medio de las Estaciones de la Cruz. Pero el Señor me sostuvo con la gracia para aguantar y para terminar.
Esta vez, hacer las Estaciones de la Cruz y meditar en ellas fue muy diferente que las anteriores.
Mama Julia Kim recibió los dolores de la Corona de Espinas durante las Estaciones de la Cruz. De nuevo, no pude controlar las lágrimas pensando y meditando que, por nuestra causa, Mama Julia Kim ahora aguantaba y ofrecía los sufrimientos que las personas normales nunca podrían aguantar.
También durante la Veneración de la Cruz, solía rezar siempre con egoístas intenciones como, "Cure a mi cuerpo por favor”, etc….
¡Pero esta vez, rogué al Señor “¡Lo siento tanto!" Me no frustraré otra vez. No ofrecí hacia arriba bien mis sufrimientos y no practiqué bien las cinco caminos de Espiritualidad de Naju, pero intentaré hacerlo mejor de ahora en adelante. En ese momento, los dolores de Julia Kim llegaron a ser extremadamente excesivos.
Mirando a Julia Kim, que no podía ayudar, lloré y dije al Señor “¡Lo siento!” rezando internamente. No sabía si en este caso podría ser llamado como arrepentimiento, pero quise creer que ésta es seguramente “la gracia del arrepentimiento.”
Alguien reflexionaría sobre ella y diría, esto no es una gran cosa, pero para mí, era una gran aclaración, porque finalmente reconocí cuál es realmente el amor verdadero. Todos mis rezos antes eran muy egocéntricos. Justo después de terminar las Estaciones de la Cruz, comprendí en mi mente que debería ofrecer hacia arriba todas mis dificultades a Dios y prometí que de ahora en adelante confiaré totalmente en el Señor y la Santísima Madre.
Mirando detrás en mi vida, el Señor me inundaba siempre con tanto amor pero no podría sentir el amor del Señor debido a mi orgullo y egoísmo. De ahora en adelante, comenzaré una nueva vida. Soy demasiado indigno pero haré lo mejor de mi para hacer la persona cuya fe otros juzgarán dignos de la emulación. Incluso cuando encuentro otra vez muchos desafíos y frustraciones, intentaré superar todas las dificultades que vienen a mi camino sin importar como sean, recordando este encuentro y meditando en el profundo amor de Nuestro Señor a través de Julia Kim.
Gracias a todos ustedes por la lectura de mi testimonio escrito, quién no tiene talento para la escritura. Deseo que todos sean llenados del amor del Señor y de la Santísima Madre.
P.D
Encontré UNA PALABRA DE HOY (llamado "palabra candy" en coreano) en mi bolso mientras que desempacaba. Esta palabra fue impresa en mi mente como un mensaje de amor dado por la Santísima Madre el 27 de Junio de 1996."
“Confía a mí hoy sus dolores, agonías, conflictos, duras pruebas, dolores físicos, numerosas heridas espirituales y todo lo que pueda ser una causa de aflicción hacia ti”
A través de esta oportunidad de participar en este RETIRO, estoy tan feliz ahora en responder al Señor con el "Amen" de lo profundo de mi corazón, mientras antes solía responder con "Amen" solamente como aprobación fingida y no de corazón.
Muchas gracias.
Michael Cho
de Seul
17 de Agosto del 2011
Los 5 Caminos de las espiritualidades de Naju: Amen, es mi culpa, convirtiendo nuestras vidas en oraciones, ofreciendo a Dios nuestros gozos, tristezas y dificultades y SemChiGo, abnegación por el amor a otros
Había 43 participantes varones y 47 participantes mujeres en el 5to encuentro para la juventud, del 13 al 14 de Agosto, seguido atendieron también a la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María conducida por la Hermandad del Arca de Salvación de María.
Mirando el DVD “La pasión de Cristo & los sufrimientos de Julia."
Las Estaciones de la Cruz
Los dolores de la Corona de Espinas comenzaron cuando Julia Kim alcanzó a la 11ma Estación.
Ella ofrecía los severos dolores de la Corona de Espinas en la 12ma Estación.
Sangrando otra vez en la 12ma Estación.
En el Monte Calvario, la sangre goteaba de su frente
Julia Kim abrazando a cada uno de los participantes del encuentro, mientras ella recibía los sufrimientos extremos.

Julia Kim se colocaba delante de la Santísima Madre, mirando a Jesús, y rezaba a Él mientras ella ofrecía graciosamente todos los dolorosos sufrimientos para la conversión de los pecadores, así como para la transformación de todos los participantes de este encuentro; y también para todos los peregrinos que vendrán a atender a la Solemnidad de la Asunción mañana, el 15 de Agosto del 2011.
"No importa cuán indigna sea y está continuamente gimiendo de los sufrimientos causados por enfermedades que recibo graciosa y felizmente, de modo que mi pequeño ofrecimiento, como motas del polvo, pueda contribuir al trabajo de la Salvación por el Señor." ¡Amen!
La Solemnidad de la Asunción-Vigilia
Padre Mike que es de Singapur, ahora pastor auxiliar de la Reina María de los Apóstoles de la parroquia de la Iglesia, sacerdote ordenado en Canberra, Australia el 25 de Marzo, este año.
Julia Kim da su testimonio durante la vigilia de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María.
El mensaje de la Santísima Madre del 5 de Enero del 2002
LA SANTÍSIMA MADRE:
¡Mi amada hija! ¡Mi adorable hija que encuentras felicidad en el sufrimiento porque quieres volverte un pañuelo de amor para limpiar la sangre y sudor de mi Hijo Jesús y mis lágrimas de sangre, volverte pinzas de amor para extraer los clavos del Sagrado Corazón de mi Hijo y de mi Inmaculado Corazón, y volverte sastre para remendar el Sagrado Corazón de Jesús y mi Inmaculado Corazón que han sido rasgados! Tus dolores sangrientos no quedarán sin frutos, y, a través de los sacrificios y las reparaciones que ustedes ofrecen, muchas almas recibirán la gracia del arrepentimiento. Por lo tanto, vuélvanse una red de amor aún mayor y avancen rápidamente para hacer su mejor esfuerzo de una manera heroica en respuesta a mi deseo de salvar a todos los niños en el mundo.

martes, 23 de agosto de 2011

Oración de sanación de Nuestro Señor Jesucristo.



Señor Jesús, creo que estás vivo y resucitado, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar y en cada uno de nosotros, te alabo y te adoro, soy gracias Señor por venir hasta mí como pan vivo, bajado del cielo como en el tiempo de Moisés.

Tú eres la plenitud de mi vida.
Tú eres la resurrección de mi vida.
Tú eres Señor, la salud de mi cuerpo, de mi enfermedad.
Hoy quiero presentarte a todos los enfermos que estamos aquí orando, tú eres mi eterno presente y tú nos conoces a todos, ahora señor te pido que tengas compasión de todos los enfermos y de mi enfermedad , visítame y visítalos a través de tu Evangelio proclamado por todos nosotros los cristianos para que todos conozcan que tú estás vivo en tú iglesia, porque eres la cabeza en ella hoy, para renovar la fe y la confianza en ti, te lo suplicamos Jesús.

Ten confianza de los que sufren o los que sufrimos en el cuerpo, de los sufren o sufrimos en el corazón, de los que sufren o sufrimos en el alma, que estamos orando en este momento y recibiendo tu sanación, para dar testimonio de tu vida en nosotros de lo que tú estás haciendo por tu espíritu renovador en el mundo entero, en este momento que estamos orando y en mi particularmente que estoy pidiendo. Ten compasión de todos nosotros señor, desde ahora y siempre te lo pedimos, bendícenos a todos y haz que todos encontremos la salud, que nuestra fe crezca y se vaya abriendo a las maravillas de tu amor y así seamos testigos de tu poder y de tu compasión, te lo pedimos señor Jesucristo.

Te lo pedimos señor por el poder de tus santas llagas, que nos lleves a ellas y allí en tus llagas nos des la sanación, te lo pedimos señor por el poder de tu Santa Cruz y por tu preciosa sangre que fue derrama para el perdón de nuestros pecados y tener derecho a vivir una vida sana.

Sánalos y sáname Señor
Sánalos y sáname en el cuerpo
Sánalos y sáname en el corazón
Sánalos y sáname en el alma.

Danos vida en abundancia, pues el sepulcro no te alabará (Salmo 30), te lo pedimos Señor, por la intersección de María Santísima, tu madre, la Virgen de los Dolores que estaba el pie de la cruz en tu crucifixión, ella fue la primera en contemplar tus santas llagas y nos diste por madre a tu madre, la Virgen María, nos ha revelado que ya haz tomado sobre ti todas nuestras dolencias y por tus santas llagas hemos sido curado hoy.

Te pedimos por la gloria del padre del cielo que sanes a los enfermos que se encuentran reunidos en esta oración haz que crezca en ellos y en mi la fe y la esperanza y que recibamos toda la salud para la gloria de tu nombre, para que reino siga extendiéndose más y más en los corazones a través de los signos y prodigios de tu amor, todo esto te lo pedimos Jesús porque tu eres Jesucristo hijo de Dios, tu eres el buen pastor que quitas el pecado del mundo y sana los cuerpos dolidos, los cuerpos afectados y todos somos ovejas de tu rebaño y estamos tan seguro de tu amor, que aun antes de conocer el resultado de esta oración con verdadera fe te decimos GRACIAS JESÚS por lo que haz hecho en cada uno de nosotros, gracias por los enfermos que tú estás sanando ahora, que tú estás visitando con tu misericordia ahora GRACIA JESÚS por lo que tu vas a hacer a través de esta oración, que depositamos en tus manos desde hoy, y pedimos que sumerjas a todos los enfermos que estamos orando en tus santas llagas, que las cubras con tu sangre divina y a través de esta oración tu corazón de buen pastor abra los corazones de tantos enfermos que vamos a leerla.

GLORIA Y ALABANZA SEAN DADAS A TI SEÑOR, POR SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMEN...

martes, 16 de agosto de 2011

VERDADERA VIDA EN DIOS - Mensajes a Vassula Ryden


LOS DÍAS DE EXPIACIÓN HAN COMENZADO



15.08.1988
Día de la Asunción


Señor Jesús, sé Bendito.

Yo, El Señor, te Bendigo. Mi Sagrado Corazón está sufriendo de dolor, lleno de Espinas. Busco alivio y consuelo de todos aquellos que Me aman. Bendíceme y búscame. Me volteo y alcanzo a Mis pequeñas almas, porque en su pequeñez encuentro Mi descanso, encuentro Mi consuelo.

Ah Jesús, es tan doloroso sentirte en tal dolor...

Ora por aquellas almas que necesitan ser salvadas. Rézame a Mí, porque Mi Nombre es "El-Que-Salva". Las horas pasan volando, los días de expiación han comenzado, los días de las represalias están aquí. La iniquidad de esta generación es tan grande y la apostasía tan grave, que Nuestros Dos Corazones han sido atravesados, de par en par, por su injusticia y sus flagrantes ofensas.

¡Les suplico que regresen y se vuelvan hacia Mí, y Yo los perdonaré! Sosténganse firmemente al Amor y Yo los colmaré de Bendiciones. Sean justos unos con otros y bondadosos unos con otros. Ámense los unos a los otros. Conviértanse en hijos de Mi Luz. Entiendan cómo tantas catástrofes son atraídas sobre ustedes, son atraídas por el mal que se ha acumulado en su alma. Regresen a Mí y dejen que Mi Sangre los purifique.


(Más tarde).

Yo soy su Santa Madre. Hijos Míos, regresen a Dios. Les suplico que regresen y Dios los perdonará. Su Misericordia desciende sobre ustedes, creación, como el rocío y, como las flores, se abrirán y absorberán Su Luz. Yo los estoy llamando y los estoy alentando, pero ¿cuántos saben de Nuestros Llamados? ¿Cuántos creen en estos Llamados? Mi Corazón se aflige al decir que solo un puñado de ustedes confían en estos Llamados. El corazón de esta generación se ha vuelto de granito. Cegados por el Racionalismo han olvidado los Caminos de Dios, han olvidado las Maravillas de Dios, han olvidado que Él es Omnipotente y lleno de Misericordia. Nunca la creación de Dios, ha caído tan bajo, ni siquiera en los días de Sodoma y Gomorra. Su apatía ha traspasado la Eternidad. Su falta de Fe los está condenando. Sus despiadadas persecuciones a Mis Apariciones y a aquellos a quienes Dios bendijo dándoles Sus Mensajes, serán una de las causas de su caída.

Yo, su Santa Madre y Madre de su Salvador, les suplico y les pido que se arrepientan y que cambien. Regresen a Nosotros. Vivan en santidad. Vivan en santidad bajo los Ojos de Dios. Estén preparados para presentarse ante Él, con sus manos llenas de buenas acciones y en pureza.


Hoy, después de salir de la Iglesia y al bajar muchos escalones, sentí que estaba caminando en un rosedal. No había ninguna flor alrededor, sino sólo cemento.

Más tarde.

Yo he derramado sobre ti Mi Aroma. Quería que sintieras Mi Presencia. Por este favor que te he dado, desee recordarte lo amada que eres para Nosotros, hija. Yo soy tu Santa Madre y estoy feliz de tenerte de nuevo cerca de Nosotros, bienamada. Yo te bendigo a ti y a toda tu familia.

Santa Madre, gracias por todo. Yo Te bendigo.

Flor.

Sí, Jesús.

Llama a tu Santa Madre, "Mamá". De ahora en adelante, sé íntima con Ella, como lo eres Conmigo.

Nosotros. Recuerda Mis enseñanzas.


Sí, Señor.

Yo, El Señor, los bendigo a todos.

 
 
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INDICE DE MENSAJES

lunes, 15 de agosto de 2011

La Asunción de la Santísima Virgen María - EL EVANGELIO SEGÚN ME FUÉ REVELADO


Gloriosa asunción de María Santísima

¿Cuántos días han pasado? Es difícil establecerlo con seguridad. A juzgar por las flores que forman una corona alrededor del cuerpo exánime, debería decirse que han pasado pocas horas. Pero si se juzga por las ramas de olivo sobre las cuales están las flores frescas, ramas con hojas ya lacias, y por las otras flores mustias puestas -cada una de ellas como una reliquia- sobre la tapa del arca, se debe concluir que ya han pasado algunos días.

Pero el cuerpo de María presenta el aspecto que tenía instantes después de haber expirado. Ninguna señal de muerte hay en su cara, ni en sus pequeñas manos. Ningún olor desagradable hay en la habitación; es más, aletea en ella un perfume indefinible, que huele a mezcla de incienso, lirios, rosas, muguetes y hierbas montanas. Juan -a saber cuántos días lleva velandose ha dormido vencido por el cansancio, sentado en el taburete, con la espalda apoyada en la pared, junto a la puerta abierta que da a la terraza. La luz de la lámpara, colocada en el suelo, lo ilumina de abajo hacia arriba y permite ver su rostro cansado, palidísimo, excepto en torno a los ojos, enrojecidos por el llanto.

El alba debe haber empezado ya; en efecto, su débil claror hace visibles la terraza y los olivos que rodean a la casa, un claror que se va haciendo cada vez más intenso y que, entrando por la puerta, hace más nítidos los contornos de los objetos de la habitación, de esos objetos que, por estar lejos de la lamparita, antes apenas se vislumbraban.

De repente, una gran luz llena la habitación, una luz argéntea con tonalidades azules, casi fosfórica; y aumenta sin cesar, anulando la del alba y la de la lamparita. Una luz igual que la que inundó la gruta de Belén en el momento de la Natividad divina. Luego, en esta luz paradisíaca, se hacen visibles criaturas angélicas (luz aún más espléndida en la luz, ya de por sí poderosísima, que ha aparecido antes).

Como ya sucedió cuando los ángeles se aparecieron a los pastores, una danza de centellas de todos los colores surge de sus alas dulcemente agitadas, de las cuales procede un armónico susurro ornado de arpegios, dulcísimo. Las criaturas angélicas se disponen en corona en torno al lecho, se inclinan hacia él, levantan el cuerpo inmóvil y, con un batir más fuerte de sus alas -que aumenta el sonido que antes existía-, por una abertura que se ha creado prodigiosamente en el techo (como prodigiosamente se abrió el Sepulcro de Jesús), se van, llevándose consigo el cuerpo de su Reina, santísimo, sin duda, pero aún no glorificado y, por tanto, sujeto a las leyes de la materia, sujeción que no tuvo Cristo porque cuando resucitó de la muerte ya estaba glorificado. El sonido producido por las alas angélicas aumenta, y ahora es potente como sonido de órgano.

Juan, que ya -aun permaneciendo adormecido- se había movido dos o tres veces en su taburete, como si le molestaran la gran luz y el sonido de las alas angélicas, se despierta totalmente por ese sonido potente y por una fuerte corriente de aire
que, descendiendo del techo destapado y saliendo por la puerta abierta, forma como un remolino que agita las cubiertas del lecho ya vacío y las vestiduras de Juan, y que apaga la lámpara y cierra, con un fuerte golpe, la puerta abierta.

El apóstol mira a su alrededor, todavía soñoliento, para percatarse de lo que está sucediendo. Se da cuenta de que el lecho está vacío y el techo está descubierto. Intuye que ha tenido lugar un prodigio. Sale corriendo a la terraza y, como por un
instinto espiritual, o por llamada celeste, alza la cabeza protegiendo sus ojos con la mano para mirar sin el obstáculo del naciente Sol.

Y ve. Ve el cuerpo de María, todavía inerte, e igual en todo al de una persona que duerme; lo ve subir cada vez más alto, sostenido por la multitud angélica. Como dirigiendo un último saludo, un extremo del manto y del velo se mueven, quizás por la acción del viento producido por la rápida asunción y por el movimiento de las alas angélicas; y unas flores, las que Juan había colocado y renovado alrededor del cuerpo de María, y que se habían quedado entre los pliegues de las vestiduras, llueven sobre la terraza y la tierra del Getsemaní, mientras el potente himno de alabanza de la multitud angélica se va haciendo cada vez más lejano y, por tanto, más leve.

Juan sigue mirando fijamente a ese cuerpo que sube hacia el Cielo y, sin duda, por un prodigio que Dios le concede, para consolarlo o premiarlo por su amor a su Madre adoptiva, ve, con claridad, que María, envuelta ahora por los rayos del Sol, que ya ha salido, sale del éxtasis que le ha separado el alma del cuerpo, vuelve a la vida y se pone en pie (porque ahora Ell a también goza de los dones propios de los cuerpos glorificados).

Juan mira, mira... el milagro que Dios le concede le da la facultad, contra toda ley natural, de ver a María como es ahora mientras sube en rapto hacia el Cielo, rodeada, ya no ayudada a subir, por los ángeles que entonan cantos de júbilo. Y Juan se ve raptado por esa visión de hermosura que ninguna pluma usada por mano humana, ninguna palabra humana ni obra alguna de artista podrán jamás describir o reproducir, porque es de una belleza indescriptible.

Juan, permaneciendo apoyado en el antepecho de la terraza, sigue mirando fijamente esa espléndida y resplandeciente forma de Dios -porque realmente puede llamarse así a María, formada en modo único por Dios, que la quiso inmaculada, para que fuera forma para el Verbo encarnado- que sube cada vez más. Y un último, supremo prodigio concede Dios-Amor a este perfecto amante suyo: el de ver el encuentro de la Madre Santísima con su Santísimo Hijo, quien - también Él espléndido y resplandeciente, hermoso con una hermosura indescriptible- desciende rápido del Cielo, llega junto a su Madre, la abraza contra su corazón y, juntos, más refulgentes que dos astros mayores, con Ella regresa al lugar de donde ha venido.
La visión de Juan ha terminado. Baja la cabeza. En su rostro cansado están presentes el dolor por la pérdida de María y el júbilo por su glorioso destino. Pero ahora ya el júbilo supera al dolor.

Dice:
-¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias! Presentía que habría sucedido esto. Y quería estar en vela para no perder ningún episodio de su Asunción. ¡Pero llevaba ya tres días sin dormir! El sueño, el cansancio, unidos al dolor, me han abatido y vencido en el
momento en que era inminente la Asunción... Pero quizás Tú mismo lo has querido, oh Dios, para que no perturbara ese momento y no sufriera demasiado... Sí, sin duda, Tú lo has querido así, de la misma forma que ahora has querido que viera lo
que sin un milagro tuyo no habría podido ver. Me has concedido verla otra vez, aun estando ya muy lejana, ya glorificada y gloriosa, como si estuviera cerca de mí. ¡Y ver de nuevo a Jesús! ¡Oh, visión beatísima, inesperada, inesperable! ¡Oh, don de los dones de Jesús-Dios a su Juan! ¡Gracia suprema! ¡Volver a ver a mi Maestro y Señor! ¡Verlo a Él junto a su Madre! ¡Él semejante a un Sol y Ella a una Luna, esplendidísimos ambos por su estado glorioso y por la felicidad de estar unidos de nuevo y eternamente! ¿Qué será el Paraíso, ahora que vosotros resplandecéis en él, vosotros, astros mayores de la Jerusalén celestial?

¿Cuál será el júbilo de los angélicos coros y de los santos? Es tal la alegría que me ha producido el ver a la Madre con el Hijo - cosa que anula toda pena suya, toda pena de ambos-, que también mi pena cesa y, en su lugar, en mí entra la paz. De los tres milagros que había pedido a Dios, dos se han cumplido. He visto volver la vida a María, y siento que vuelve a mí la paz. Todas mis angustias cesan, porque os he visto unidos de nuevo en la gloria. Gracias por ello, oh Dios. Y gracias por haberme dado la forma de ver, incluso respecto a una criatura (santísima, pero, en todo caso, humana), cuál es el destino de los santos, cual será después del último juicio y la resurrección de los cuerpos y su nueva unión, su fusión con el espíritu subido al Cielo a la hora de la muerte. No tenía necesidad de ver para creer. Porque siempre he creído firmemente en todas las palabras del Maestro. Pero muchos dudarán de que, después de siglos y milenios, la carne, convertida en polvo, pueda volver a ser cuerpo vivo. A éstos les podré decir, jurando por las cosas más excelsas, que no sólo Cristo volvió a la vida, por su propio poder divino, sino que también
la Madre suya, tres días después de la muerte, si tal muerte puede llamarse muerte, reemprendió vida, y, con la carne unida de nuevo al alma, tomó su eterna morada en el Cielo, al lado de su Hijo. Podré decir: "Creed, cristianos todos, en la resurrección de la carne al final de los siglos, y en la vida eterna del alma y de los cuerpos, vida bienaventurada para los santos y horrenda para los culpables impenitentes. Creed y vivid como santos, de la misma forma que como santos vivieron Jesús y María, para alcanzar su mismo destino. Yo vi a sus cuerpos subir al Cielo. Os lo puedo testificar. Vivid como justos para poder un día estar en el nuevo
mundo eterno, en alma y cuerpo, junto a Jesús-Sol y junto a María, Estrella de todas las estrellas". ¡Gracias otra vez, oh Dios! Y ahora recojamos todo lo que queda de Ella. Las flores que han caído de sus vestiduras, las ramas de olivo que han quedado en su lecho, y conservémoslo. Servirán... sí, servirán para ayudar y consolar a mis hermanos, en vano esperados. Antes o después los encontraré...

Recoge incluso los pétalos de las flores que se han deshojado al caer. Y con las flores y pétalos en un extremo de su túnica, entra en la habitación. Advierte entonces más atentamente la abertura del techo y exclama:

-¡Otro prodigio! ¡Y otro admirable paralelismo en los prodigios de las vidas de Jesús y María! Él, Dios, por sí sólo resucitó, y sólo con su voluntad volcó la piedra del Sepulcro, y sólo con su poder ascendió al Cielo. Por sí solo. Para María, santísima pero hija de hombre, con ayuda angélica se abrió la vía para su asunción al Cielo, y con ayuda angélica se ha verificado su asunción al Cielo. En Cristo el espíritu volvió a animar al Cuerpo mientras el Cuerpo estaba todavía en la Tierra, porque así debía ser, para hacer callar a sus enemigos y confirmar en la fe a todos sus seguidores. En María el espíritu ha vuelto cuando el santísimo Cuerpo estaba ya en el umbral del Paraíso, porque para Ella no era necesaria ninguna otra cosa. ¡Oh, potencia perfecta de la infinita Sabiduría de Dios!...

Juan ahora recoge en una tela las flores y las ramas que han quedado en el lecho, une a ello lo que había recogido afuera, y pone todo encima de la tapa del arca. Luego abre el arca y mete dentro la almohadita de María y la cubierta de la cama. Baja a la cocina, recoge otros objetos usados por Ella -el huso y la rueca y las piezas de la vajilla usados por Ella- y los une a las otras cosas.

Cierra el arca y se sienta en el taburete. Exclama:
-¡Ahora todo está cumplido también para mí! ¡Ahora puedo marcharme, libremente, a donde el Espíritu de Dios me conduzca! ¡Ir y sembrar la divina Palabra que el Maestro me ha dado para que yo se la dé a los hombres! Enseñar el Amor. Enseñarlo para que crean en el Amor y en su poder. Dar a conocer a los hombres lo que Dios-Amor ha hecho por ellos. Su Sacrificio y su Sacramento y Rito perpetuos por los que, hasta el final de los siglos, podremos estar unidos a Jesucristo por la
Eucaristía y renovar el rito y el sacrificio como Él mandó hacer. ¡Dones, todos ellos, del Amor perfecto! Hacer amar al Amor, para que crean en el Amor como nosotros hemos creído y creemos. Sembrar el Amor, para que sea abundante la recolección y la pesca, para el Señor. María me ha dicho, en sus últimas palabras, que el amor todo lo obtiene; en sus últimas palabras a mí, a quien Ella cabalmente ha definido, en el colegio apostólico, como el que ama, el amante por excelencia, la antítesis de Judas Iscariote, que fue el odio; como Pedro la impulsividad y Andrés la mansedumbre; y los hijos de Alfeo la santidad y sabiduría unidas a nobleza de modos; etc. Yo, el amante, ahora que ya no tengo ni al Maestro ni a la Madre, a quienes amar en la Tierra,

iré a esparcir el amor entre las gentes. El amor será mi arma y doctrina. Y con él venceré al demonio y al paganismo, y conquistaré a muchas almas. Continuaré así a Jesús y a María, que fueron el amor perfecto en la Tierra.

Sobre el tránsito, la asunción y la realeza de María Santísima

Dice María:
-¿Yo morí? Sí, si se quiere llamar muerte a la separación acaecida entre la parte superior del espíritu y el cuerpo; no, si por muerte se entiende la separación entre el alma vivificante y el cuerpo, la corrupción de la materia carente ya de la vivificación del alma y, antes, la lobreguez del sepulcro, y, como primera de todas estas cosas, el angustioso sufrimiento de la muerte.

¿Cómo morí, o, mejor, cómo pasé de la Tierra al Cielo, antes con la parte inmortal, después con la perecedera? Como era justo que fuera para la Mujer que no conoció mancha de culpa. En ese anochecer -ya había empezado el descanso sabático- hablaba con Juan. De Jesús. De sus cosas. Aquella hora vespertina estaba llena de paz. El sábado había apagado todos los rumores de humanas obras. Y la hora apagaba toda voz de hombre o de ave. Sólo los olivos de alrededor de la casa emitían su frufrú con la brisa del anochecer: parecía como si un vuelo de ángeles acariciara las paredes de la casita solitaria.

Hablábamos de Jesús, del Padre, del Reino de los Cielos. Hablar de la Caridad y del Reino de la Caridad significa encenderse con el fuego vivo, consumir las cadenas de la materia para dejar libre al espíritu en sus vuelos místicos. Si el fuego está contenido dentro de los límites que Dios pone para conservar a las criaturas en la Tierra a su servicio, es posible arder y vivir, encontrando en el fuego no consumición sino perfeccionamiento de vida. Pero cuando Dios quita los límites y deja libertad
al Fuego divino de incidir sin medida en el espíritu y de atraerlo hacia sí sin medida, entonces el espíritu, respondiendo a su vez sin medida al Amor, se separa de la materia y vuela al lugar desde donde el Amor le incita y a donde el Amor le invita: y es el final del destierro y el regreso a la Patria.

Aquel atardecer, al ardor incontenible, a la vitalidad sin medida de mi espíritu, se unió una dulce postración, una misteriosa sensación de que la materia se alejaba de todo lo que la rodeaba; como si el cuerpo se durmiera, cansado, mientras
el intelecto, avivado más su razonar, se abismara en los divinos esplendores.
Juan, amoroso y prudente testigo de todos mis actos desde que fue mi hijo adoptivo según la voluntad de mi Unigénito, dulcemente me persuadió de que buscara descanso en el lecho, y me veló orando. El último sonido que oí en la Tierra fue el
susurro de las palabras del virgen Juan. Para mí fueron como la nana de una madre junto a la cuna. Y acompañaron a mi espíritu en el último éxtasis, demasiado sublime como para ser descrito. Acompañaron a mi espíritu hasta el Cielo.

Juan, único testigo de este delicado misterio, me avió. Él solo me avió, envolviéndome en el manto blanco, sin cambiarme de túnica ni de velo, sin lavacro y sin embalsamamiento. El espíritu de Juan - como se ve claro por sus palabras del
segundo episodio de este ciclo que va de Pentecostés a mi Asunción- ya sabía que no me iba a descomponer, e instruyó al apóstol sobre lo que había de hacerse. Y él, casto y amoroso, prudente respecto a los misterios de Dios y a los compañeros
lejanos, decidió custodiar el secreto y esperar a los otros siervos de Dios, para que me vieran todavía y sacaran, de verme, consuelo y ayuda para las penas y fatigas de sus misiones. Esperó como estando seguro de que llegarían.

Pero el decreto de Dios era distinto. Como siempre, bueno para el Predilecto; justo, como siempre, para todos los creyentes. Cargó los ojos del primero, para que el sueño le ahorrara la congoja de ver cómo se le arrebataba también mi cuerpo;
dio a los creyentes otra verdad que los ayudara a creer en la resurrección de la carne, en el premio de una vida eterna y bienaventurada concedida a los justos; en las verdades más poderosas y dulces del Nuevo Testamento -mi inmaculada
Concepción, mi divina Maternidad virginal-; en la naturaleza divina y humana de mi Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre,nacido no por voluntad carnal sino por desposorio divino y por divina semilla depositada en mi seno; en fin, para que creyeran que en el Cielo está mi Corazón de Madre de los hombres, palpitante de vibrante amor por todos, justos y pecadores, deseoso de teneros a todos junto a sí, en la Patria bienaventurada, por toda la eternidad.

Cuando los ángeles me sacaron de la casita, ¿mi espíritu había vuelto a mí? No. El espíritu ya no tenía que bajar de nuevo a la Tierra. Estaba en adoración delante del trono de Dios. Pero cuando la Tierra, el destierro, el tiempo y el lugar de la separación de mi Señor Uno y Trino fueron dejados para siempre, entonces el espíritu volvió a resplandecer en el centro de mi alma, despertando a la carne de su dormición; por lo que es cabal hablar, respecto a mí, de Asunción al Cielo en alma y cuerpo, no por mi propia capacidad, como sucedió en el caso de Jesús, sino por ayuda angélica. Me desperté de aquella misteriosa y mística dormición, me alcé, en fin, volé, porque ya mi carne había conseguido la perfección de los cuerpos glorificados. Y amé.
Amé a mi Hijo y a mi Señor, Uno y Trino, de nuevo hallados, los amé como es destino de todos los eternos vivientes.

Dice Jesús:

-Llegada su última hora, como una azucena cansada que, después de haber exhalado todos sus aromas, se pliega bajo las estrellas y cierra su cáliz de candor, María, mi Madre, se recogió en su lecho y cerró los ojos a todo lo que la rodeaba, para recogerse en una última, serena contemplación de Dios.

Velando reverente su reposo, el ángel de María esperaba ansioso que el éxtasis urgente separara ese espíritu de la carne, durante el tiempo designado por el decreto de Dios, y lo separara para siempre de la Tierra, mientras ya del Cielo
descendía el dulce e invitante imperativo de Dios.

Inclinado también Juan, ángel terreno, hacia ese misterioso reposo, velaba a su vez a la Madre que estaba para dejarlo. Y cuando la vio extinguida siguió velando, para que, no tocada por miradas profanas y curiosas, siguiera siendo, incluso más allá
de la muerte, la inmaculada Esposa y Madre de Dios que tan plácida y hermosa dormía. Una tradición dice que en la urna de María, abierta por Tomás, se encontraron sólo flores. Pura leyenda. Ningún sepulcro engulló el cadáver de María, porque nunca hubo un cadáver de María, según el sentido humano, dado que María no murió como todos los que tuvieron vida.

Ella se había separado, por decreto divino, sólo del espíritu, y con éste, que la había precedido, se unió de nuevo su carne santísima. Invirtiendo las leyes habituales, por las cuales el éxtasis termina cuando cesa el rapto, o sea, cuando el espíritu vuelve al estado normal, fue el cuerpo de María el que se unió de nuevo con el espíritu, después de la larga permanencia en el lecho fúnebre.

Todo es posible para Dios. Yo salí del Sepulcro sin ayuda alguna; sólo con mi poder. María vino a mí, a Dios, al Cielo, sin conocer el sepulcro con su horror de podredumbre y lobreguez. Es uno de los más fúlgidos milagros de Dios. No único, en
verdad, si se recuerda a Enoc y a Elías, (Génesis 5, 24; Eclesiástico 44, 16; 49, 14 (para Enoc); 2 Reyes 2, 1-13; Eclesiástico 48, 9, para Elías) quienes, por el amor que el Señor les tenía, fueron raptados de la Tierra sin conocer la muerte, y fueron
transportados a otro lugar, a un lugar que sólo Dios y los celestes habitantes de los Cielos conocen. Justos eran, y, de todas formas, nada respecto a mi Madre, la cual es inferior en santidad sólo a Dios.

Por eso no hay reliquias del cuerpo y del sepulcro de María, porque María no tuvo sepulcro, y su cuerpo fue elevado al Cielo.

Dice María:
-Un éxtasis fue la concepción de mi Hijo. Un éxtasis aún mayor el darlo a luz. El éxtasis de los éxtasis fue mi tránsito de la Tierra al Cielo. Sólo durante la Pasión ningún éxtasis hizo soportable mi atroz sufrimiento. La casa en que se produjo mi Asunción se debió a uno de los innumerables actos de generosidad de Lázaro para con Jesús y su Madre: la pequeña casa del Getsemaní, cercana al lugar de la Ascensión. Inútil es buscar los restos. Durante la destrucción de Jerusalén, por obra de los romanos, fue devastada, y sus ruinas fueron dispersadas durante el transcurso de los siglos.

De la misma forma que para mí fue un éxtasis el nacimiento de mi Hijo, y que, del rapto en Dios que en aquella hora se apoderó de mí, volví a la presencia de mí misma y a la Tierra teniendo ya a mi Hijo en los brazos, así mi impropiamente llamada "muerte" fue un rapto en Dios.

Confiando en la promesa recibida en el esplendor de la mañana de Pentecostés, yo pensaba que el acercamiento de la hora de la última venida del Amor, para llevarme consigo en rapto, debía manifestarse con un aumento del fuego de amor que
siempre ardía en mí; y no me equivoqué.

Por parte mía, a medida que iba pasando la vida, en mí iba aumentando el deseo de fundirme con la eterna Caridad. Me instaba a ello el deseo de unirme de nuevo con mi Hijo, y la certidumbre de que nunca haría tanto por los hombres como
cuando estuviera, orando y obrando en favor de ellos, a los pies del trono de Dios. Y con impulso cada vez más encendido y acelerado, con todas las fuerzas de mi alma, gritaba al Cielo: "¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Eterno Amor!".

La Eucaristía, que para mí era como el rocío para una flor sedienta, era, sí, vida; pero a medida que iba pasando el tiempo, cada vez era más insuficiente para satisfacer la incontenible ansia de mi corazón. Ya no me bastaba recibir en mí a mi
divina Criatura y llevarla en mi interior en las Sagradas Especies, como la había llevado en mi carne virginal. Todo mi ser deseaba al Dios uno y trino, pero no celado tras los velos elegidos por mi Jesús para ocultar el inefable misterio de la Fe, sino como Él -en el centro del Cielo- era, es y será. El propio Hijo mío, en sus arrobos eucarísticos, ardía dentro de mí con abrazos de infinito deseo; y cada vez que a mí venía, con la potencia de su amor, casi arrancaba de cuajo mí alma en el primer impulso y luego permanecía, con infinita ternura, llamándome "¡Mamá!", y yo lo sentía ansioso de tenerme consigo.

Yo no deseaba ya otra cosa. Ni siquiera ya estaba en mí, en los últimos tiempos de mi vida mortal, el deseo de tutelar a la naciente Iglesia: todo estaba anulado en el deseo de poseer a Dios, por la persuasión que tenía de que todo se puede cuando
se le posee.

Alcanzad, oh cristianos, este total amor. Pierda valor todo lo terreno. Mirad sólo a Dios. Cuando seáis ricos de esta pobreza de deseo que es inconmensurable riqueza, Dios se inclinará hacia vuestro espíritu, primero para instruirlo, luego para tomarlo en sus manos, y ascenderéis con vuestro espíritu al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, para conocerlos y amarlos en toda la bienaventurada eternidad y para poseer sus riquezas de gracias para los hermanos. Nunca somos tan activos para los hermanos
como cuando no estamos ya con ellos, sino que somos luces unidas de nuevo con la divina Luz.

E1 acercarse del Amor eterno tuvo el signo que pensaba. Todo perdió luz y color, voz y presencia, bajo el fulgor y la Voz que, descendiendo de los Cielos, abiertos a mi mirada espiritual, descendían hacia mí para tomar mi alma.

Suele decirse que habría exultado de júbilo si me hubiera asistido en aquella hora mi Hijo. ¡Ah!, mi dulce Jesús estaba muy presente con el Padre cuando el Amor, o sea, el Espíritu Santo, Tercera Persona de la Trinidad Eterna, me dio su tercer beso
en mi vida, ese beso tan potentemente divino, que en él mi alma se fundió, perdiéndose en la contemplación cual gota de rocío aspirada por el sol en el cáliz de una azucena. Y ascendí con mi espíritu en canto de júbilo hasta los pies de los Tres a quienes siempre había adorado.
Luego, en el momento exacto, como perla en un engaste de fuego, ayudada primero y luego seguida por el cortejo de los espíritus angélicos venidos a asistirme en mí eterno, celeste nacimiento, esperada ya antes del umbral de los Cielos por mi
Jesús y en el umbral de ellos por mi justo esposo terreno, por los Reyes y Patriarcas de mi estirpe, por los primeros santos y mártires, entré como Reina, después de tanto dolor y tanta humildad de pobre sierva de Dios, en el reino del júbilo sin límite.

Y el Cielo volvió a cerrarse en este acto de la alegría de tenerme, de tener a su Reina, cuya carne, única entre todas las carnes mortales, conocía la glorificación antes de la resurrección final y del último juicio.

Mi humildad no podía dejarme pensar que me estuviera reservada tanta gloria en el Cielo. En mi pensamiento estaba casi la certidumbre de que mi carne humana, santificada por haber llevado a Dios, no conocería la corrupción, porque Dios es
Vida y, cuando de sí mismo satura y llena a una criatura, esta acción suya es como ungüento preservador de la corrupción de la muerte.

Yo no sólo había permanecido inmaculada, no sólo había estado unida a Dios con un casto y fecundo abrazo, sino que me había saturado, hasta en mis más profundas entrañas, de las emanaciones de la Divinidad escondida en mi seno y que quería velarse de carne mortal. Pero el que la bondad del Eterno tuviera reservado a su sierva el gozo de volver a sentir en sus miembros el toque de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso, y de volver a oír con mis oídos su voz, y de ver con mis ojos su rostro... esto no podía pensar que me fuera concedido, y no lo anhelaba. Me habría bastado que estas bienaventuranzas le fueran concedidas a mi espíritu, y con ello ya se habría sentido lleno de beata felicidad mi yo.

Pero, como testimonio de su primer pensamiento creador respecto al hombre, destinado por el Creador a vivir, pasando sin muerte del Paraíso terrenal al celestial, en el Reino eterno, Dios quiso que yo, Inmaculada, estuviera en el Cielo en alma y cuerpo... inmediatamente después del fin de mi vida terrena.

Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre: una vida inocente y sin conocimiento de culpas; un dulce paso de esta vida a la Vida eterna, paso con el que, como quien cruza el umbral de una casa para entrar en un palacio, el hombre, con su ser completo hecho de cuerpo material y de alma espiritual, habría pasado de la Tierra al Paraíso, aumentando esa perfección de su yo que Dios le había dado, con la perfección completa, tanto de la carne como del espíritu, que el pensamiento divino tenía destinada para todas las criaturas que permanecieran fieles a Dios y a la Gracia. Perfección que habría sido alcanzada en la luz plena que hay en el Cielo y lo llena, pues que de Dios viene; de Dios, Sol
eterno que ilumina el Cielo.

Delante de los Patriarcas, Profetas y Santos, delante de los Ángeles y los Mártires, Dios me puso a mí, elevada a la gloria del Cielo en alma y cuerpo, y dijo:
-Esta es la obra perfecta del Creador; la obra que, de entre todos los hijos del hombre, Yo creé a mi más verdadera imagen y semejanza; fruto de una obra maestra divina y creadora, maravilla del Universo que ve, dentro de un solo ser, a lo
divino en el espíritu eterno como Dios y como Él espiritual, inteligente, libre, santo, y a la criatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, criatura ante la que todos los demás vivientes de los tres reinos de la Creación están obligados a inclinarse.

Aquí tenéis el testimonio de mi amor hacia el hombre, para el que quise un organismo perfecto y un bienaventurado destino de eterna vida en mi Reino.
Aquí tenéis el testimonio de mi perdón al hombre, al que, por la voluntad de un Trino Amor, he concedido nueva habilitación y creación ante mis ojos.

Ésta es la mística piedra de parangón, éste es el anillo de unión entre el hombre y Dios, Ella es la que lleva de nuevo el tiempo a sus días primeros, y da a mis ojos divinos la alegría de contemplar a una Eva como Yo la creé, aún más hermosa y santa por ser Madre de mi Verbo y por ser Mártir del mayor de los perdones.
Para su Corazón inmaculado que jamás conoció mancha alguna, ni siquiera la más leve, Yo abro los tesoros del Cielo; y para su Cabeza, que jamás conoció la soberbia, con mi fulgor hago una corona, y la corono, porque es para mí santísima, para que sea vuestra Reina.

En el Cielo no hay lágrimas. Pero, en lugar del jubiloso llanto que habrían derramado los espíritus si les estuviera concedido el llanto -humor que rezuma destilado por una emoción-, hubo, después de estas divinas palabras, un centelleo de luces, y visos de esplendores resplandeciendo aún más esplendorosos, y un incendio de fuegos de caridad que ardían con más encendido fuego, y un insuperable e indescriptible sonido de celestes armonías, a las cuales se unió la voz del Hijo mío, en alabanza a Dios Padre y a su Sierva bienaventurada para toda la eternidad.

Dice Jesús:
-Hay diferencia entre que el alma se separe del cuerpo por verdadera muerte y que momentáneamente el espíritu se separe del cuerpo y del alma vivificante por un éxtasis o rapto contemplativo. El que el alma se separe del cuerpo provoca la verdadera muerte, pero la contemplación extática, o sea, la temporal evasión del espíritu fuera de las barreras de los sentidos y de la materia, no provoca la muerte. Y ello porque el alma no se aleja y separa totalmente del cuerpo, sino que lo hace sólo con su parte mejor, que se sumerge en los fuegos de la contemplación.
Todos los hombres, mientras viven, tienen en sí el alma, sea que esté muerta por el pecado, sea que esté viva por la justicia; pero sólo los grandes amantes de Dios alcanzan la contemplación verdadera.

Esto demuestra que el alma, que conserva la vida mientras está unida al cuerpo -y esta particularidad está presente igual en todos los hombres-, tiene en sí misma una parte superior: el alma del alma, o espíritu del espíritu, que en los justos es
fortísima, mientras que en los que desprecian a Dios y su Ley -incluso sólo con su tibieza y los pecados veniales- se hace débil, privando a la criatura de la capacidad de contemplar y conocer -hasta donde puede hacerlo una humana criatura, según el grado de perfección alcanzado- a Dios y sus eternas verdades. Cuanto más ama y sirve a Dios la criatura con todas sus fuerzas y posibilidades, esa parte superior de su espíritu tiene más capacidad de conocer, de contemplar, de penetrar las eternas
verdades.

El hombre, dotado de alma racional, es una capacidad que Dios llena de sí. María, siendo la más santa de las criaturas después del Cristo, fue una capacidad colmada -hasta el punto de rebosar sobre los hermanos en Cristo de todos los siglos, y por
los siglos de los siglos- de Dios, de sus gracias, de su caridad, de su misericordia.
El Tránsito de María se produjo sumergida Ella por las olas del amor. Ahora, en el Cielo, hecha océano de amor, derrama sobre los hijos que le son fieles, y también sobre los hijos pródigos, sus olas de caridad para la salvación universal, Ella que es Madre universal de todos los hombres.
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Las visiones de María Valtorta

jueves, 11 de agosto de 2011

CONSAGRACIÓN Y REPARACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA SANTÍSIMA




ACTO DE CONSAGRACIÓN
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA
(Papa Pío XII)
¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.
En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.
Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.
Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.
Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.
Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.
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ACTO DE REPARACIÓN
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA
¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro Santísimo nombre y vuestras excelsas prerrogativas! Aquí tenéis, postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de vuestro amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.
Aceptad, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias. Concededme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.
Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres. Terminar con las siguientes jaculatorias:
¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!
Refugio de pecadores, rogad por nosotros.
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Avemaría, padrenuestro y gloria por las intenciones del Papa.
VISITA AL INMACULADO
CORAZÓN DE MARIA
ORACIÓN
¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual sois la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto os compadecéis de nuestras miserias, dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. Infundid en ellas el amor de vuestras virtudes; inflamadlos con aquel dichoso fuego en que Vos estáis ardiendo sin cesar. Encerrad en vuestro seno la santa Iglesia; custodiadla, sed siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sed nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. ¡Ah! Virgen piadosísima, hacednos sentir entonces la dulzura de vuestro maternal Corazón, y la fuerza de vuestro poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos. Amén.
Jaculatoria. Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.