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miércoles, 5 de enero de 2011

LA MALDICIÓN DE LA HIGUERA ESTÉRIL



¿Una Parábola Escenificada? Mt. 21: 18 – 22

Al igual que los antiguos profetas de Israel (Isaías, Jeremías, Ezequiel, etc.), Jesús ofrece una lección por medio de gestos, palabras, y el escenario que le brinda una higuera cerca del camino y en la que no hay sino hojas.

Sería absurda la interpretación, a la mañera de Voltaire, que vio en la maldición que Jesús le infringe a la higuera un castigo como si el árbol fuera responsable de no llevar fruto. Al experimentar apetito, Jesús aprovecha para explicar una verdad profunda que tiene que ver con la temática de estos capítulos de Mateo y el rechazo que Israel hace de su Mesías. Así, se sirve de la higuera como parábola y también a modo de parábola hay que entender las palabras de Jesús. La higuera representa a Israel y toda su religiosidad.

El mensaje es el mismo que luego encontramos en Mt. 21: 43, cuando el propio Jesús interpreta el significado de su enseñanza sobre el rechazo.

Allí, en Israel, había el Templo donde se ofrecían diariamente sacrificios que representaban el único sacrificio que iba a realizar el Hijo de Dios. Ahora el Hijo de Dios, el Mesías, ha llegado y se le quiere matar.

Israel tenía muchas "hojas" de religiosidad pero no daba el fruto que nace de una fe auténtica"

No había sinceridad ni verdad en aquella religiosidad. Al limpiar el templo (Mt. 21:12-17) y al maldecir la higuera estéril Jesús realizo dos acciones simbólicas y proféticas sin lugar a dudas. Ambas acciones tenían un mismo propósito y significado: estaba anunciando la caída del Israel estéril. No que acabase con todos los judíos como a tales, sino que en lugar de Israel, como antiguo pueblo del Pacto, nacía ahora una nueva comunidad internacional, un Reino eterno, que no solo traerá hojas sino fruto, y ello tanto de judíos como de gentiles. Lo que cuenta no es la nacionalidad judía sino la obediencia para el Reino.

La fe que mueve montañas (vs. 21 y 22 ). Estos dos textos requieren una atención especial (cf. Mt.17:20 y Lc. 17:6). Se ha visto en estas palabras de Jesús su énfasis en la necesidad y el poder de la oración de fe. Por supuesto que encontramos esta enseñanza, pero hay más. Sobre todo si analizamos el texto a la luz del contexto histórico.

Erradicar árboles y trasladar montañas eran considerados dichos proverbiales en días de Jesús; la suma de los actos extraordinarios de poder. Sin embargo, la acentuación en las palabras de Jesús no recae en el elemento extraordinario del suceso. Para comprender sus palabras es de primordial importancia lo que significaba para los judíos contemporáneos de Jesús la traslación y desaparición de montañas (Is.40:4; 49:11 y esp. Zac.14:10) así como su amontonamiento para servir de base al monte de Dios escatológico (Is.2:2; Miq. 4:1), todo lo cual era esperado firmemente por los judíos piadosos como señal escatológica final.

El Rabino Pinhas (360 d.C.) comentaba: “Un día, el Santo - bendito sea - traerá el Sinaí, el Tabor y el Carmelo para edificar el santuario sobre sus cumbres. ¿Y cuál es el lugar de la Escritura que prueba esto? Is. 2:2.” (ef. J. Jeremías, TEOLOGÍA DEL N.T., p. 197 y ss.)

Jesús promete aún a la fe más insignificante, tan pequeña como un grano de mostaza, no primordialmente la facultad de realizar milagros espectaculares, sino el ser partícipes de la consumación escatológica. En la fe escatológica, la fe del Reino, es decir: la fe en que se cumplirán los propósitos finales del Reino, a pesar de la incredulidad de Israel y de cuantos se oponen al Rey; a esta fe le será dado el contemplar como los montes son traspasados, conmovidos, para dar lugar al monte de la casa de Yahvé que será establecido por cabecera de montes

(Miq. 4»1).

Examinemos el contexto: "Nunca jamás nazca de ti fruto" (r.19).

A pesar de esta maldición, los propósitos escatológicos del Señor se llevaran a término. No por medio de Israel como nación pero sí por medio del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, que anuncia el Reino de los cielos hasta el día de su consumación final.

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